Estés a favor o en contra, hay algo que tienes que saber sobre el Black Friday: su historia.
El pasado viernes 22 de Noviembre se encendían las luces de Navidad en Madrid. Como saliendo de un letargo otoñal, los madrileños nos embutimos en nuestros abrigos de Domingo y salimos a contemplar la ciudad.
Un murmullo comenzaba a extenderse entre la población nada más se encendía la primera bombilla LED. “¿Y qué te vas a pillar?” “Mira que hay ofertones para el iPhone 300X” “Yo es que aprovecho ya para comprar los regalos de Navidad”. Todos saben que se acerca. Y es que como cada penúltimo fin de semana de Noviembre, se anuncia en cada esquina la tormenta perfecta del capitalismo. El Black Friday ya está aquí.
Como todos sabemos ya cómo va este juego, no vamos a detenernos en el concepto. Pero sí que hay algo que debería interesarnos. ¿De dónde demonios viene el Black Friday? No geográficamente (está claro que algo tan exageradamente consumista no puede ser más que un invento estadounidense), sino históricamente. Y es que han existido no pocos Viernes Negros en nuestra historia, y no precisamente felices.
“Está claro que algo tan exageradamente consumista no puede ser más que un invento estadounidense. Y es que han existido no pocos Viernes Negros en nuestra historia, y no precisamente felices”
Si no tienes puesta música mientras lees esto, no estaría mal que buscases la obertura de Die Fledermaus de Strauss y le dieses al play. Y es que la primera aparición del término Viernes Negro proviene de Viena, y hace referencia concretamente al 9 de Mayo de 1873. Este día, junto con la quiebra de la compañía Jay Cooke en EE.UU. 4 meses después, marcaría el inicio de la llamada Long Depression o el Pánico de 1873, que llevaría a muchos financieros a la bancarrota y a otras tantas empresas, a un lado y otro del Atlántico, a la quiebra.
En Die Fledermaus (El Murciélago) Johann Strauss hijo nos habla, en un exquisito tono de burla, de la falsa creencia de riqueza que dio origen a esta burbuja fatal que, cómo no, les estalló en las narices (no aprendemos). Me pregunto qué pensaría al ver que hemos convertido el nombre de una catástrofe financiera en el día más consumista del año. La ironía se hila sola.
“Me pregunto qué pensaría al ver que hemos convertido el nombre de una catástrofe financiera en el día más consumista del año. La ironía se hila sola”
Como todo gran fenómeno social, el Black Friday no se libra de ser objeto de bulos y leyendas negras varias. Quizá la más extendida sea la que relaciona este día de compras sin control con el hecho de que los propietarios de plantaciones y esclavistas pudiesen haber disfrutado de precios especiales en su mercancía humana el día después de Acción de Gracias. Aunque esta posibilidad se ha desmentido en muchas ocasiones, aún goza de cierta popularidad en algunos sectores propensos a la exaltación y la conspiranoia.
La historia más repetida en la tradición del Viernes Negro relacionada con las compras lo vincula con los minoristas. Según la historia, después de un año entero de operar con pérdidas («en números rojos»), los comercios supuestamente obtendrían pingües ganancias (entrarían en “números negros») el día después del Día de Acción de Gracias, debido a que los compradores, disfrutando de las vacaciones, habrían dado un uso intensivo a sus cheques. Si bien es cierto que las empresas minoristas suelen aprovechar esta fecha para cuadrar sus cuentas, esta versión del origen del Black Friday es algo inexacta.
“Si bien es cierto que las empresas minoristas suelen aprovechar esta fecha para cuadrar sus cuentas, esta versión del origen del Black Friday es algo inexacta”
La verdadera historia detrás del Black Friday no es tan benigna como los minoristas querrían hacernos creer. En la década de 1950, el cuerpo de policía de la ciudad de Filadelfia comenzó a utilizar el término para describir el caos que se producía justo el día después de Acción de Gracias, cuando hordas de compradores y turistas invadían la ciudad la víspera del gran partido de fútbol entre los equipos del Ejército y la Marina que se celebraba el último Sábado de Noviembre.
Los policías de Filadelfia se veían obligados a soportar turnos extra largos para lidiar con las multitudes, el excesivo tráfico y los delitos que se cometían aprovechando el alboroto. No es de extrañar que estos trabajadores saturados bautizasen este día como su Viernes Negro particular.
Para 1961, aunque los comerciantes intentaron cambiar su nombre a Great Friday, este Black Friday se había convertido en un emblema de Filadelfia. Sin embargo, el término no se extendería al resto del país hasta mucho más tarde. En algún momento de finales de la década de 1980, los minoristas encontraron una manera de reinventar el término y convertirlo en algo con connotaciones positivas. El resultado fue la acuñación del concepto «rojo a negro» mencionado anteriormente, con implicaciones puramente comerciales. Esta narrativa fue bien acogida, y muy pronto las raíces más oscuras del término fueron en gran parte olvidadas. Y así, el Black Friday que todos conocemos comenzó su expansión por el mundo.
“Grandes ofertas que inciten al consumidor a gastarse más y más dinero en el menor tiempo posible”
Desde entonces, esta fecha señalada del capitalismo está presente en gran parte del mundo occidental e incluso en el oriental, y ha derivado en algunos casos en un evento de cuatro días, abarcando el fin de semana completo y añadiendo el llamado Cyber Monday, dedicado a las grandes ofertas en productos tecnológicos. Aunque no siempre se exprese con el mismo nombre (en México, por ejemplo, se lo denomina El Buen Fin), el concepto es el mismo: grandes ofertas que inciten al consumidor a gastarse más y más dinero en el menor tiempo posible. Tentación en forma de banners intrusivos, ruido mediático y tarjetas de crédito enloquecidas. Pura fiesta