Buenos Aires, un alma inquieta

Arte, tango y dulce de leche. Buenos Aires es la ciudad donde la tranquilidad de la naturaleza se fusiona con el caos de la ciudad.

Dicen que nunca es mal momento para conocer una ciudad. Y Buenos Aires, a pesar de la mala fama que tiene por su situación política actual, tiene ese no sé qué que a todo el mundo le gusta. Es un destino sin trampa ni cartón.

Está considerada una de las ciudades más europeas del mundo, puede que sea porque siempre fue pensada para las clases medias. Eso la hacía mucho más europea que las mansiones parisinas, los chalés italianos o los rascacielos de Nueva York y, por supuesto, mucho más europea que las iglesias góticas, barrocas y rusas.

Es la ciudad perfecta para aquellos a quienes no les apetece pasar los días en una ciudad normal y corriente. Baires –llamada así los porteños–, no quiere ser ni recorrida, ni reconocida. Quiere que la conozcas, quiere que la descubras, quiere enseñarte sus barrios y sus rincones sin la necesidad de utilizar ningún mapa, móvil o guía. ¿Y cómo encontrar sus tesoros? En esquinas anónimas y en las recomendaciones de los comerciantes.

© Rosedal de Palermo.

Los antiguos cronistas decían que para que una sorpresa sea efectiva, primero has des aprender a sorprenderte – y Buenos Aires lo hará. Si te gusta el café, el cine antiguo y la cultura, has de saber que el interior de sus cafeterías es cómo te lo imaginas: lleno de los ecos de los intelectuales del momento, representando a sus sucesores. Se parece a Madrid, incluso comparte alguno de sus nombres. Eso sí, si escuchas El Retiro no vayas a pensar que es un parque, porque para ellos, es la estación de tren.

Es una ciudad caótica que se llena de manifestaciones que reclaman esto, o aquello, o lo de más allá. No pierden la esperanza, por eso muchas de sus calles son de colores vivos. Su gente sabe lo que quiere y lucha por ello hasta el final.

Buenos Aires es un lugar para deambular tranquilamente, por parques como El Botánico o el Tres de Febrero. Es ideal para pasear, detenerse, mirar y cambiar de barrio, sin orden ni concierto. Hay espacio para todo el mundo, desde amantes de los caballos hasta amantes de los astros.

Mercado de San Telmo.

Si te gusta el arte, fíjate en su arquitectura, en el Palacio de Aguas Corrientes, el Palacio de San Martín o la cúpula del Edifico de la Prensa. Son maravillosas. Visita también las galerías, talleres y murales de los artistas más emergentes. Así como San Telmo, uno de los barrios más antiguos y tradicionales de Buenos Aires, el cual cuenta con ese toque bohemio tan característico de los años 20 de París. Es el barrio favorito de los jóvenes: sus calles están empedradas, las casas son bajas, y hay muchos lugares donde poder tomar algo. ¿Una de las calles más transitadas? La Calle Florida y La Bocca. Además, el corazón de San Telmo está formado por la Plaza Dorrego, que cada domingo se convierte en el escenario de una peculiar e interesante feria de antigüedades. Por lo que, si eres un friki de la decoración, este es tu momento.

Para aquellos amantes apasionados, uno de los imprescindibles de la ciudad es bailar tango. Aunque antiguamente muy pocos lo hacían. Los jóvenes creían que era cosa de viejos, no se componían canciones, y la verdad es que ningún tango clásico fue escrito hasta después de 1950. Sin embargo, en los años 90, el tango volvió. Los jóvenes europeos lo descubrieron, tomaron clases y revivieron los viejos salones. Era la única forma en la que una alemana o una neoyorquina feminista podía acercarse a un hombre sin faltar a sus ideas y sin faltarse a sí misma.

El tango es la forma de abrazarse más controlada que existe, porque te conviertes en el guía de los movimientos. Desgraciadamente, en plena era del reggaeton, Buenos Aires, a pesar de que alguna vez fue tango, ya no lo es. Aun así, hay lugares como el Club Grincel donde todavía puedes hacerlo.

© Club Grincel.

Y para aquellos que van a las ciudades de otros países para empaparse de su tradición gastronómica y de su propuesta culinaria, ha de saber que Buenos Aires es mucho más que parrillas, pero como las de La Cabrera, ninguna. No obstante, prepara tu estómago para las mejores empanadas y pastas. Aunque, no te irás sin probar clásicos como el té mate, el dulce de leche o sus helados caseros. Y si todavía tienes tiempo (y un buen estómago) atrévete con sus asados, malbec, alfajores y nuestro favorito, el choripán.

En definitiva, una ciudad en la que querrás perderte, desconectar y dejarse llevar por todo lo que tiene que mostrar.

 

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