Sin importar que lleves todo el día puesta la mascarilla. Porque hemos hablado con Cristina Galmiche –nuestra gurú en el tratamiento de pieles con problemas–, para saber qué hacer (y qué no) para olvidarnos de una vez por todas del Maskné.
En casa, limpieza diaria suave pero exhaustiva (sin excusas)
Que la limpieza es el básico de belleza por excelencia no es nuevo. Existen mil y una fórmulas en el mercado según el tipo de piel, la preferencia de textura o el estilo de vida de cada persona. Sin embargo, en el peliagudo mundo de las pieles con acné y reactivas no todo vale. En estos casos, la mejor receta cosmética es el tradicional binomio leche–tónico, que ejerza una doble acción sobre el rostro sin agredirlo.
¿La regla? Mañana y noche retirar del cutis maquillaje, suciedad ambiental y células muertas acumuladas, aplicando primero la leche limpiadora, que se debe retirar sin friccionar con un tisú (nunca con agua) y acondicionar después con una loción calmante sin alcohol.
La gran ventaja de la leche limpiadora es que arrastra las impurezas oleosolubles –aquellas que solo se eliminan con bases de aceite, como el maquillaje o los protectores solares-, sin alterar el pH ni hipotecar la hidratación del rostro.
¿Agua del grifo? No, gracias
La razón es que suele incorporar sustancias como cal, cloro, sodio, etc. que agreden la salud de la piel y alteran su pH. Su uso como recurso de limpieza reseca el tejido cutáneo y resta humedad, uno de los principales problemas de una dermis reactiva, con sensibilidad o acné. Así, es preferible usar una loción cosmética suave que aporte sensación de frescor sin comprometer la salud epidérmica a la vez que despeja el cutis de impurezas. Si no puedes pasar sin el agua, no te preocupes, existen dos opciones sencillas: utilizar agua mineral o agua hervida.
Si la leche limpiadora ayuda a retirar las impurezas olesolubles, una loción o tónico calmante reforzará el arte de la limpieza, ya que retira las sustancias hidrosolubles, como las partículas de polvo y células muertas, al mismo tiempo que calma la epidermis y la deja fresca y reconfortada.
Fortalecer el pH cutáneo para evitar rojeces, picores y erupciones
El estado de nuestro pH cutáneo es clave para que la sensibilización epidérmica no se produzca y garantizar la salud de todas las pieles. La razón es sencilla: el manto hidrolipídico necesita disfrutar de unas defensas siempre activas para mantenernos protegidos, es en sí un escudo de defensa entre la piel y su hábitat. Para que esa barrera permanezca siempre en forma, el pH tiene que situarse en cifras comprendidas entre 4.5 – 5.75 puntos. Si estos balances actúan demasiado o simplemente se disparan, es el momento de actuar.
La mejor manera de mantener fortalecido el manto ácido desde casa, aspecto clave en pieles con acné y sensibilidad, es completar el ritual de limpieza, el combo leche limpiadora-loción calmante, con una loción equilibrante. Su uso además de equilibrar y fortalecer el pH permitirá retirar la suciedad que pudiera quedar sin agredir.
Hidratar con fórmulas respetuosas para la piel
En materia cosmética la mejor aliada de una piel con acné y sensible es la naturalidad. Las formulaciones demasiado saturadas, con activos secantes, fotosensibles, perfumes y muchos conservantes son el enemigo. Un cutis sensible se sustenta en la limpieza diaria, la defensa del manto hidrolipídico y el uso de emulsiones humectantes y nutritivas. ¡Saturación, cero, por favor!
Un mito muy extendido es aquel que reza que los cutis grasos y mixtos deben huir de las texturas oleosas. Cómo tengo problemas de grasa –granitos, puntos negros, espinillas, brillos…–, debo usar siempre productos astringentes para evitar el exceso de sebo, pensamos.
Error. La la respuesta es ¡NO! las pieles grasas necesitan hidratación y nutrición como las demás. Los principios activos “secantes” muy a menudo terminan por provocar deshidratación, irritaciones e incluso eccemas y dermatitis. Activos como la rosa, el bambú o el aceite de oliva se han utilizado tradicionalmente como bálsamos calmantes para aplacar la reactividad.
En cabina, una oxigenación artesanal al mes
La oxigenación artesanal es el fármaco más efectivo contra cualquier grano, espinilla o erupción, pero también es el punto de partida para disfrutar de una piel que respire, más nutrida, joven e iluminada. Este protocolo permite regular el proceso inflamatorio y la producción excesiva de sebo desde su raíz. Este control se realiza de un modo 100% natural, extrayendo manualmente la grasa acumulada del conducto excretor, drenándolo y liberándolo para que fluya sin obstáculos.
Se trata de sanear desde el origen de forma progresiva y con paciencia, en lugar de ofrecer una solución exprés que, en realidad, agrede al tejido y el organismo.
Los resultados se aprecian desde la primera oxigenación: al eliminarse la grasa, la epidermis “descansa”, se aligera y ópticamente se ve más luminosa, fresca y suave. Sensitivamente, baja la inflamación y con ello, las molestias y dolores que los granos provocan. Lo ideal es realizar una oxigenación al mes.
Autoexplorarse una espinilla es una barbaridad, así de claro
Está terminantemente prohibido toquetear y reventar las espinillas y demás familia por cuenta propia frente al espejo de casa. Sin embargo, si hay un brote de acné, este puede ser tratado en cabina, con todas las precauciones e higiene necesarias, para extraer la grasa y evitar que la infección se extienda.
El acné es una bacteria que infecta con pasmosa facilidad, por ello es esencial acudir a un profesional para extraer y tratar los granitos. En casa, no; en cabina bajo manos expertas, sí.
Maquillar sí, enmascarar no
Muchas personas con acné se maquillan para camuflar el problema. Sin embargo, la mayoría de las de las bases densas que tapan también obstruyen el poro y, si no se eliminan correctamente, pueden empeorar la infección. El maquillaje debe tener una textura ligera y fluida. La aplicación hay que realizarla siempre con las yemas de los dedos perfectamente limpias.
Además, hay que conservar estos productos siempre perfectamente tapados para que no se contaminen.
Frente al sol, protección (incluso con la mascarilla)
La protección solar es uno de los antiaging más eficaces. La piel posee su propio escudo protector, en el que melanocitos y queranocitos capitanean las defensas frente al sol, pero tiene sus límites y puede llegar a romperse por el impacto por factores externos, como los rayos UV, que nos llegan durante de todo el año, incluso en días nubosos.
Nacemos con un capital solar prederterminado por la genética, lo que los expertos denominan fototipo, que según datos de la AEDV ya hemos dilapidado por completo en torno a los 18 años; a partir de ahí, el daño comienza a ser visible: arrugas, manchas, flacidez… ¿El problema? Una vez que el capital solar se acaba, no hay más crédito para seguir disfrutando del sol sin la fotoprotección, porque la piel acumula el daño solar que se traduce en el famoso fotoenvejecimiento.
Por esa razón conviene, antes de salir de casa y según el tiempo que se vaya a estar expuesto al sol, aplicar un SPF 50 y te recomiendo utilizar antes del fotoprotector un sérum antioxidante; se ha demostrado que triplica los beneficios de los filtros solares que se apliquen sobre él. Eso sí, los fotoprotectores y antioxidantes generan mucha suciedad en el poro, por lo que la limpieza exhaustiva es imprescindible.
¡Ojo, los cosméticos caducan y se contaminan, revisa tu neceser!
En primer lugar, es imprescindible observar en la etiqueta del cosmético el PAO (Period After Opening) que indica cuánto tiempo permanece el producto inalterable una vez abierto. Un consejo infalible: apuntar sobre la etiqueta la fecha exacta en la que se abre cualquier cosmético (de las cremas a las máscaras de pestañas o bases de maquillaje).
Con respecto a la aplicación, es imprescindible lavarse bien las manos antes de usar cualquier cosmético. Y en el caso de las cremas en tarro, lo ideal es utilizar un bastoncillo o una espátula de madera de un solo uso para coger la dosis necesaria en cada momento.
En cuanto a la conservación de los cosméticos, debemos tener en cuenta varios factores. Temperatura: nunca deben sufrir más de 18-20 grados. Almacenaje: nunca cerca de los focos de calor como un radiador, expuestos a la luz directa del sol o una bombilla potente. En cuanto a los cosméticos de uso esporádico, mascarillas, tratamientos flash, etc., lo ideal es conservarlos en el frigorífico entre uso y uso.
Vigilar la ropa de cama, fulares, pañuelos y bufandas
Es importante que las toallas y almohadas estén siempre limpias y no acumulen bacterias y suciedad, puesto que pueden empeorar el acné. Para evitar la sensibilidad, es importante saber que hay muchas fibras sintéticas que se encuentran en la ropa y las sábanas que pueden generar reacciones alérgicas o acrecentarlas sin que nos demos cuenta. Para todas las pieles que son sensibles, lo mejor es acudir al algodón –si es orgánico mejor–, lavar la ropa con detergentes hipoalergénicos y en la medida de lo posible evitar los suavizantes. Las fundas de almohadas deben cambiarse como mínimo una vez por semana. Fulares, pañuelos y bufandas, como están en contacto directo con el rostro, también debemos mantenerlos limpios.
La limpieza del cutis tiene que realizarse con cuidado, no frotando muy fuerte ni empleando productos muy abrasivos ya que es un tipo de piel muy delicado. Además de los productos convenciones de limpieza de la cara, existen otros más naturales y respetables con tu cuerpo y, principalmente, con el medio ambiente. La industria de la cosmética produce muchos residuos nocivos para nuestros ambientes. Si existe la posibilidad de cuidarte tu y cuidar el planeta, plantéatela.