Desde siluetas victorianas hasta las creaciones de Gaultier, Dior o Maya Hansen. Los corsés se han ido adaptando a cada época, llegando a ser imprescindibles en el armario de toda mujer.
La historia de cómo llegaron los corsés a ser imprescindibles en cualquier armario es una trama llena de erotismo, intensidad y mucha, pero que mucha moda. Fueron creados por Rodney Ann Caplin, una escritora que aseguraba que era un instrumento que corregía la postura de la mujer y que la ayudaba a ser más “femenina”. Sin embargo, su aceptación popular no fue tan amable y llegó a ser acusada de instrumento patriarcal que deformaba el cuerpo de la mujer. Eso sí, si indagamos en la historia son pocos lo que afirman que exista una única experiencia que englobe su utilidad, puesto que para muchas de ellas fue algo positivo. ¿Hoy día? Si hablamos de corsé no podemos evitar hablar (y pensar) en Maya Hansen. Ella ha hecho de esta prenda todo un icono en sus diseños y junto a ellas recorremos su historia. Esto es lo que ha sido, lo que es y, en sus palabras, lo que será.
“Un corsé son los andamios de un edifico. Es como un buen zapato. Te ayuda a corregir la postura y también a modificarla, aunque el límite lo pones tú”, nos cuenta Maya Hansen, la primera diseñadora española en reinventar la estética del corsé. Le fascina la arquitectura y en su trabajo como corsetera encuentra muchas similitudes entre moda y esta disciplina.
La primera aparición del corsé tuvo lugar en el año 1600 a.C., aunque no se tiene constancia de él hasta el siglo XVI. Los primeros estaban formados por soportes construidos con huesos de ballena (y luego de acero) que rodeaban las costillas y comprimían la cintura. Su forma, diseño y estructura se han ido adaptando a cada época, desde la popular figura de reloj de arena en 1800 a la forma de ‘s’ de 1900. “Lo que diferencia un corsé de un corpiño son las ballenas, que están hechas de metal; los cierres corseteros y los traseros”.
La controversia de si es o no perjudicial para la salud llegó a un punto crítico en el siglo XIX, justo cuando este tomaba un mayor índice de popularidad. Era común (y casi obligatorio) en las mujeres de clase media y alta, aunque también tomó relevancia en las clases trabajadoras. Sin embargo, muchos médicos culparon a esta prenda de enfermedades respiratorias, deformidad en las costillas y daño en los órganos internos; todo un drama que se enfrentaba a otras opiniones que negaban que su uso fuera perjudicial. “Antiguamente, llevar corsé era tener estatus, y por consecuente, pertenecer a la clase alta. Cualquier cosa que implique imposición es algo negativo. El corsé comienza a diferenciarse como algo positivo cuando la mujer toma la decisión de ponérselo”.
A lo largo de la historia, el corsé ha tenido la culpa de desmayos y de la baja vitalidad de muchas de las mujeres que lo llevaron. “Los corsés son graduales. Recae en ti la responsibilidad de apretarlos más o menos. Además, soy de las que dice a las novias que se lo suelten a la hora del banquete”.
La industria del cine nos ha vendido descripciones e imágenes que giran en torno a una mujer apretando el corsé de otra. Y algunos críticos aseguran que esto ha podido causar confusiones eróticas y/o sexuales. “Quien quiera buscar la sexualidad en algo, lo va a encontrar. El problema está en los ojos de quién ve. Es cierto que los disfraces y las tiendas eróticas han podido dañar la imagen del corsé, pero creo que eso es algo muy antiguo; y más cuando hoy en día, podemos convertir cualquier cosa en una prenda fetiche”.
En el siglo XX, apareció el elástico, y por fin el corsé tomó un rumbo mucho más estético. Las revistas de moda comenzaron a apostar por él y este dejó de ser algo interno. Así, el corsé pasa a convertirse en un icono de divas, de moda y sobre todo, de masas. “Y también protagonizó muchas guerras entre Christian Dior y Coco Chanel. Chanel los odiaba, pero Dior estaba del lado de los corseteros. El New Look es la prueba de ello”.
A día de hoy, los corsés siguen reinando en los armarios de las (y los) más entusiastas. Muchos diseñadores han apostado por esta prenda para reivindicar las acusaciones de prácticas fetichistas, de travestismo y cabaret. Viviane Westwood los integró en su estética punk: ella imaginó que los corsés empoderaban a las mujeres, no que las ataban. Esto causó impacto entre artesanos, y Jean Paul Gaultier y Mugler los introdujeron en sus colecciones en la década de los 80. ¡Porque todo vuelve! No obstante, el corsé se convirtió en todo un icono cuando la reina del pop Madonna lo utilizó en satén rosa para Gaultier en su gira Blonde Ambition en el año 1991. Ya sabéis lo que dicen: si quieres que algo funcione, necesitas una diva. ¿Y quién mejor que Madonna? “Todo artista necesita algo que le de cierta seguridad sobre el escenario. Hay gente que reza, que salta, que escucha una canción determinada… Digamos que son rituales que les sirven para ganar confianza. Además, detrás de un buen estilismo, siempre hay un gran equipo que trabaja noche y día para intentar sacar la mejor versión del artista”.
Dior, Tom Ford, Stella Mccartney, YSL, Blanciaga; todos ellos han experimentado con creaciones corseteras que han reivindicado su estética y cambiado las normas. En el mundo de la fotografía de moda, el corsé toma relevancia como icono representativo de la feminidad. Su erotismo es indudable: define las curvas naturales y acentúa esas partes que, generalmente, resultan más atractivas. Sin embargo, ya no es solo un objeto de arte, fetichista y (casi) prohibido, sino que cuenta con un significado histórico, artístico y social. “La decisión es nuestra. Nadie nos obliga a llevarlos. Si lo llevas, es porque te gusta”.
De lo que no cabe duda es que los corsés son una prenda exquisita, enigmática y cautivadora por la que muchas mujeres y hombres deciden reinventar sus armarios y optar por prendas más atemporales –y a veces de colección–, que representan parte de la nueva costura.