¿Tienes hambre a todas horas? Te contamos por qué y cómo solucionarlo

Después de este día tan duro en el trabajo me merezco un buen helado”, “bah, un día es un día”, “total, si ya es fin de semana”… Sí, nosotras también hemos dicho este tipo de frases alguna vez. Aparentemente, estas afirmaciones pueden parecer inofensivas pero son este tipo de pensamientos los que colaboran a que perdamos el control en nuestra alimentación.

Denominados pensamientos facilitadores de la ingesta o autoengaños estas ideas rondan nuestra cabeza tentándonos y relacionando el momento de comer como algo de lo que sentirnos culpables. Este diálogo interno, puede llevarnos a tener una conducta desadaptada con la comida y generar mucho malestar psicológico.

Lo ideal es seguir un estilo de vida saludable, donde de manera consciente elijamos qué comer. Si bien podemos darnos muy de vez en cuando un capricho y disfrutar de la comida comiendo la ya conocida “comida real” es fundamental entender qué nos ocurre cuando no controlamos qué comemos. Estas causas que nos invitan comer a todas horas son fundamentalmente una cuestión mental, un síntoma de la mala gestión de nuestras emociones.

Existen diversos factores externos o internos que pueden causar que entremos en ese bucle. Recopilamos los mas frecuentes para que los detectes y consigas por fin luchar contra ellos.

Falta de sueño

No dormir las horas necesarias provoca un aumento del cortisol, la hormona del estrés, y de los niveles de insulina, quien se encargan de controlar el apetito. Asimismo, los niveles de leptina, la hormona que controla la ansiedad desciende. Todo ello suma un estado de estrés camuflado en cansancio físico que comúnmente potencia esas ganas insaciables de comer.

Comer demasiados alimentos con azúcar

Acostumbrar a nuestro cuerpo a una gran ingesta de dulces puede convertirse en una rutina incontrolable. Las sustancias azucaradas, como muchas otras drogas, generar una adicción a la dopamina (hormona de la felicidad), haciendo que nuestro cuerpo tenga la necesidad de comer más alimentos azucaradas para devolvernos esa sensación. El efecto placentero producido por el consumo de este tipo de alimento es muy cortos y crea un círculo vicioso dependiente del cual es muy difícil salir.

Aburrimiento

Aunque parezca que no, es uno de los principales motivos por los que comemos cuando no lo necesitamos. Estados de ansiedad y desesperación muchas veces nos llevan a un vacío emocional momentáneo que llenamos con aquellos alimentos que más nos agradan. Las conductas compulsivas tienden a este tipo de dinámicas, esenciales de controlar para una mente más sana.

Deshidratación

En muchas ocasiones, nuestro cuerpo confunde la sensación de sed con la de tener hambre. Beber poca agua no es un motivo que explique directamente el hecho de tener hambre pero, es cierto, que cuando no nos hidratamos correctamente nuestro cuerpo busca en los alimentos la cantidad que necesita. Esto, provoca que comamos más cantidad y por ello, se recomienda beber antes de las comidas para ayudar a gestionar esa sensación.

Estrés

El factor por excelencia. En las situaciones de más carga de trabajo o de momentos de preocupación a nivel personal, salen los impulsos para comer cualquier cosa. Canalizamos nuestra ansiedad a través de la ingesta de comidas a causa de los problemas. Para solucionarlo, es necesario tomar consciencia de cómo nos sentimos y cómo manejamos nuestro estrés. 

Remedios infalibles

Por último pero no menos importante otro consejo que seguro que te suena: haz ejercicio. Rebajar los niveles de estrés, aumentar el consumo de agua, incrementar la dopamina o gestionar el hambre psicológico son algunos de los grandes beneficios de una vida activa. Para que te inspires te dejamos algunas ideas de equipación deportiva que seguro que te anima. Si necesitabas una señal es esta: ¡conseguir vida más sana está más cerca!

 

Como veis, mente y cuerpo se relacionan de manera directa. Nuestra relación con la comida y el control del hambre son fundamentales para una buena salud mental y física. Conocernos y saber qué sentimos nos ayuda a tomar decisiones más saludables y conscientes. No es cuestión de privarte de nada, es cuestión de elegir lo mejor para ti. Pequeñas decisiones hacen grandes cambios.

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