Para Luna Lionne la mezcla de las islas de Mallorca y Guadalupe ha dado como resultado la certeza, el inconformismo y la honra que siente hacia sus orígenes. Pero también la pasión y la curiosidad que tiene por el mundo y la gente que vive en él.
Desde pequeña ha vivido rodeada de espectáculo y con más facilidades que el resto de las mujeres mestizas. Sin embargo, eso no ha hecho que la hija de Rossy de Palma se conforme. A sus 18 años, Luna Lionne está en proceso de convertirse en mujer, una a la que no le gustan las etiquetas, pero que tampoco las necesita.
Aunque ser la hija de una “chica Almodóvar” sea todo un orgullo, también supone una presión extra cuando te preguntan sobre tu futuro: “Cuando me piden que hable sobre mí todavía me viene a la cabeza la típica pregunta de: ¿qué quieres ser de mayor? Hace poco me paré a pensar en el porqué de esta asociación de ideas y me di cuenta de que en mi mente aún estaba programada la creencia de que, si no eres algo, no eres nadie”. Pero ella sí lo es y no podría dar una mejor contestación: “Intento que esta pregunta no me defina, y busco una respuesta en la que quepan tanto la yo que soy como la yo que quiero ser”. Sea quien sea, la curiosidad y el orgullo por sus raíces es algo que sentirá siempre. “Mi piel es un tema que me crea mucha curiosidad, desde el exterior siempre he recibido mensajes mezclados”.
Mensajes mezclados en un mundo que no se pone de acuerdo y que siempre quiere lo que no puede tener: “en Dakar la mayoría de vallas publicitarias son anuncios de productos para blanquear pieles negras, mientras que aquí en España lo único que verás son 2×1 en bronceadores”, afirma. Un contraste sobre el que le gusta reflexionar y con el que da un paso adelante: “Las pieles negras siempre se han puesto en duda. En cuanto posees una, sabes que habrá preguntas, desde tu origen hasta el barrio al que perteneces. Es una marca de identidad que yo he aprendido a llevar con orgullo”.
Fotografía: Ximena Garrigues y Sergio Moya
Consciente de que se ha tenido que luchar por la igualdad de esa marca y de que el mundo avanza cada día más, se niega a que esto se quede aquí: “hay que estar agradecidos con lo que ya se ha conseguido, pero no debe frenarnos a emprender el camino que aún queda por recorrer”. Por eso, ahora que ha cumplido la mayoría de edad, ha decidido mudarse a un piso céntrico en Madrid (que no ocupa ni un tercio de la casa en la que creció) y comenzar a hacer realizar su larga lista de “quieros” que tiene pendiente.
uiero despertarme todas las mañanas con ganas de ir a trabajar en algo que me apasione, en lugar de conformarme con algo que no me llena por el bien de un porvenir incierto. Quiero ser madre de unos hijos cuyo mestizaje se celebre tanto o más que el mío”. Son solo algunos de ellos.
Así es Luna, sin a prioris, sin normas y sin precedentes. Disfruta del mundo con la mirada puesta en más colores que el blanco o negro y sin dejar de aprender que hay mucho más allá de lo que se puede ver con la mirada. “Quiero viajar por el mundo, con el respeto y la comprensión como banderas, y quiero que, una vez recorrido el globo, se me otorgue como nacionalidad la terrestre”.