Fue una eminencia, uno de los más grandes; y desde su muerte, la industria de la moda no ha vuelto a ser la misma. Su legado, su talento y su firma. Alexander McQueen siempre estará en los libros de historia.
Siempre fue muy misterioso, y puede que esto no lo supieras – o sí.
Coser y cantar
Era el pequeño de seis hermanos y con 12 años ya leía libros sobre moda para diseñar ropa a sus tres hermanas. Le encantaba hacerlo, aunque también disfrutaba observando a las aves en silencio desde el porche de su casa.
A los 16…
Su padre era taxista y tenía otros 5 hermanos, por lo que tuvo que dejar la escuela a los 16 años. Pero tenía talento y comenzó a trabajar como aprendiz en una de las sastrerías más importante del momento: Anderson & Sheppard. Allí diseñó trajes para el Príncipe Carlos o Mikhail Gorbachov. Aunque fue la estilista Isabella Blow quien le mostró lo que era en realidad la moda.
Su nombre
No era Alexander, pero sonaba más artístico. En realidad, se llamaba Lee. ¿Lee McQueen? No hubiera tenido el mismo gancho.
El cuñado
En mayo de 2015, la hermana mayor del McQueen desveló al prestigioso periódico ‘The Times’ que cuando el diseñador tan solo era un niño sufrió abusos sexuales por parte de su cuñado.
El dinero
Por motivos financieros, McQueen tuvo que aliarse con Givenchy y Gucci. Sin embargo, se convirtió en su protegido. Gucci compró la mayoría de sus acciones.
Isabella Blow
Su gran maestra Isabella Blow se suicidó tres años antes de que él lo hiciese. También se quitó la vida a unos días de la Semana de Londres, dato que también repitió el diseñador. El suicidio de Isabella le causó una gran depresión, y le dedicó su desfile primavera/verano 2008 bajo el nombre de ‘La Dame Bleue’. Fue un tributo que todo el mundo entendió.
Su hija (y sus perros)
Se casó con el cineasta George Forsyth en el año 2000. Cuando cumplió 18 años le confesó a su familia que era homosexual. Aunque su su matrimonio con George no funcionó y se divorciaron un año después. Tuvo una hija: Lucero Lavado, quien fue la heredera de toda su fortuna, aunque nunca se imaginó que tendría que compartir las 50.000 libras con los perros de su padre. McQueen no quería que nada les faltase cuando él ya no estuviera.